miércoles, 11 de junio de 2014

Eco y Narciso

Andaba ya un buen rato buscando a Juno cuando la vi empapándose la cara en un estanque. Hace varios días que nos pasábamos horas y horas hablando como si fuéramos amigas de toda la vida. Lo cierto es que muchas veces ardía en deseos de contarle aunque todo era una trampa, maquinada por su esposo Júpiter, pero la atracción que sentía hacia él y su penetrante mirada hacía que siguiera adelante con el plan. 

Pensaba que todo marchaba bien, me sentía segura, puesto que la gente siempre me decía que era la reina de las cotorras y que nadie contaba historias como yo, pero esta vez fue diferente. Un día Juno vino muy furiosa al estanque donde quedábamos siempre y destapó mi traición. Le había estado entreteniendo mientras Júpiter se divertía con las ninfas. "A partir de ahora reducirás al máximo el uso de la voz" estas fueron las últimas palabras antes de marcharse y no paraban de resonar en mi cabeza. Mis cuerdas vocales  me ardían y la angustia aumentaba por momentos. Mi metamorfosis ya había comenzado. Había dejado mi cuerpo atrás para ser simplemente una presencia que deambulaba por el cielo, una presencia obligada a repetir la última palabra que los demás emitían. Sin embargo, seguía sintiéndome una persona puesto que sentía, pensaba e incluso amaba.

Desde ese momento pasaba los días y las noches en el bosque observando a cazadores, animales e incluso florecer las plantas. Lo cierto es que el tiempo pasaba y no tenía ilusión por nada, cada vez echaba de menos inventarme historias, entretener a la gente pero sobretodo hablar y decir lo que pensaba.

Nicolas Poussin (1627) Museo Nacional del Louvre
Estaba desanimada y contemplando el paisaje sin prestar mucha atención, hasta que apareció él, Narciso. Al mirarlo por primera vez me di cuenta de que era diferente a todos y sentía que cada día me iba enamorando más. Le seguía a todos lados y escuchaba y veía como rechazaba a todas. Supe que solo se quería a si mismo, pero estaba segura de que si todo fuera como antes lo enamoraría. Era muy difícil soportar tenerlo cerca y que no me viese. En cierta ocasión lo estuve buscando pero no encontraba. Triste, fui al estanque, que era el lugar donde mejor me sentía y entonces lo encontré flotando allí, ahogado. Al cabo de un tiempo, en aquel mismo lugar donde había descansado su cuerpo, había nacido una bonita flor.












     

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